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La amplia e inagotable faceta de Jorge Ibargüengoitia como cronista de la vida en México, tanto en sus libros como en diversas revistas y periódicos, fue abordada en el conversatorio Jorge cronista --primero de una serie de tres que comprende el homenaje Jorge Ibargüengoitia, nueve décadas, organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes.

 

 

La sesión se llevó a cabo el martes por la noche en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes ante un numeroso público formado principalmente por jóvenes y en la que participaron los escritores Juan Villoro, Ana García Bergua y Diana del Ángel, quienes coincidieron en destacar el agudo sentido crítico del escritor, pero sobre todo su innato sentido del humor.

 

En su intervención, Villoro recordó de entrada que en sus inicios Ibargüengoitia se presentó en esta misma sala en el ciclo Los narradores ante el público y no le fue nada bien, pues tuvo un diálogo áspero y polémico con algunos integrantes del público que, a diferencia del de esta noche, no lo conocían. De ello escribió un artículo que tituló El escritor ante el público airado.

 

“Ibargüengoitia –expresó Villoro-- era un autor con un gran sentido del humor, pero a veces era hosco, en ocasiones deprimido, crítico, como suelen ser a menudo tantos humoristas cuando no están teniendo sus golpes de ingenio.

 

“El humor tiene que ver con el sentido de la inteligencia y con el hecho de pensar de manera diferente. Por ello, Augusto Monterroso decía que el principal papel del humorista es hacer pensar y, a veces, hasta hacer reír. Es decir, que a él le parecía un atributo principal la inteligencia que se desprende del humor que el hecho mismo que produzca risa”.

 

Luego de ello contó diversas anécdotas como aquella cuando, a los 22 años, haciendo antesala para ser recibido por el editor Joaquín Díez-Canedo para saber cuándo se publicaría uno de sus primeros libros, La noche navegable, vio por primera vez a Ibargüengoitia entrando sin pedir permiso y sin hacer la fila, que era grande. “Ahí entendí muchas cosas de él, pero también aprendí una lección...”.

 

Reconoció Villoro que en su tiempo Ibargüengoitia era un escritor muy leído, pero poco valorado, sobre todo por la academia, de tal forma que buscando información de él para una antología de escritores de habla hispana –que le encomendó el italiano Amos Segala-- encontró que poco o nada se escribía de él, lo cual, dijo, se ha revertido y hoy es uno de los escritores más estudiados.

 

Habló de sus “desencuentros” con el teatro, sus cerca de 600 colaboraciones en Excélsior y la revista Vuelta a invitación de Octavio Paz; de sus novelas y en especial de su ironía en cada volumen. “En cada título, en cada texto, Jorge nos trasmitía su gran sabiduría”.

 

Era Ibargüengoitia “políticamente incorrecto” y su tema era su propia mirada, su forma de ver el mundo y la realidad mexicana. Esto nos ayudó a ver la vida de manera distinta y con ello nos contaba “la vida secreta del país” que aún permanece hasta la actualidad. Y concluyó: “Aquella lección que aprendí en las oficinas del editor es que, como escritor, siempre estaré después de Jorge Ibargüengoitia”.

 

También Ana García Bergua y Diana del Ángel se refirieron al sentido del humor del escritor guanajuatense.

 

Esta última dijo que “la de Ibargüengoitia siempre fue una mirada aguda, crítica, irónica, desde un yo colectivo, y detrás de ese humorismo siempre hay una invitación a la reflexión. Su obra se caracteriza por ser un diálogo con el lector, con finales desconcertantes que no son otra cosa que una invitación a continuar con el tema y ponerle el final que uno considere apropiado”.