• A punto de cumplir 89 años, la escritora compartió con el público algunas anécdotas y sus motivos de creación 
  • La charla se dio en el marco del ciclo Mujeres de letras, organizado por la Coordinación Nacional de Literatura del INBA

Como parte del ciclo Mujeres de letras, organizado por la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes, la noche de ayer la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes recibió a Amparo Dávila, autora de textos emblemáticos de la literatura fantástica y considerada una de las cuentistas más notables del siglo XX en Hispanoamérica.

“Estamos llenos de palabras y sentimientos, de un silencio que nos confina en nosotros mismos.

Tal vez esta habitación nos queda demasiado grande o demasiado estrecha y por eso no sabemos que hacer con nuestros cuerpos y las palabras”. Este fragmento deÁrboles petrificados, que se leyó para el público, dejó sentir todo el peso de una de las figuras más importantes en las letras de nuestro país.

Durante la tertulia, Luisa Iglesias Arvide, quien conversó con la autora, refirió que escribir cuento fantástico en México es un acto de transgresión, como era hacerlo en 1950, por lo que Amparo Dávila dejó un legado y abrió una brecha para quienes deseaban dedicarse a la literatura fantástica y de terror.

“Usted nos enseñó que había otra manera de desafiar al mundo, de reconstruirlo contando historias sin tener más miedo que el de nuestras propias creaciones, que es posible aprehenderse de un libro y transformarlo en la única arma para sostener en esta vida, en esta imaginación. Gracias por crearnos otros universos, gracias por todos los aterradores desvelos que nos dio con historias tan espeluznantes, muchísimas gracias por la locura”, expresó.

Por su parte, la autora de El espejo y Música concreta refirió que la muerte de su hermano, a quien quiso entrañablemente, la hizo refugiarse en la soledad, en la imaginación y la creación de mundos fantásticos que compartió al lado de sus perros y gatos, sumergida en la alquimia, desde la cual surgirían sus palabras.

Su primer acercamiento con la literatura, dijo, fue el Cantar de los Cantares, fuente de inspiración para escribir algunos salmos. “No eran salmos religiosos, eran salmos a la soledad, a la angustia, eso es profano, pero mi punto de partida era Salomón”.

Sobre sus motivos y fuentes de creación refirió que en su proceso todo se dio de forma natural, “hasta este momento yo no sabría si eso lo soñé, lo viví o lo inventé, si fue realidad o fue imaginación, quién sabe, se queda en la incógnita, pero yo lo sentía”.

Indicó que su capacidad para construir atmósferas siniestras, nocturnas y melancólicas, desde dónde nacen sus personajes, parte del misterio, “va surgiendo por él mismo sin que uno haga gran esfuerzo, solo lo dejas salir, así los he dejado salir yo.

“Todo en mí todo sucede espontáneamente, no porque me lo proponga, sencillamente sucede”, afirmó.

La cuentista zacatecana también compartió que le gusta involucrar al lector, “yo dejo que los ellos interpreten, dejo finales abiertos en El huésped, en Alta cocina, en muchos de los cuentos ustedes verán esto, es tomar en cuenta al lector, dejarlo que interprete lo que juzgue conveniente, no imponerle algo, sino dejar que él decida”.

También explicó que Alfonso Reyes fue quien la animó a escribir prosa, ya que en sus inicios se abocó a la poesía. “Él insistió mucho, me dijo que la prosa era indispensable para cualquier manifestación literaria y empecé a hacer algo que le fui llevando y lo fuimos publicando”. Así sus textos comenzaron a aparecer en publicaciones como la Revista Mexicana de Literatura, la Revista de Bellas Artes, la Revista Estaciones de Elías Nandino y la Revista de la Universidad, entre otras.

Su genialidad abrevó de autores como Juan José Arreola, Juan Rufo, Agustín Yáñez o el propio Julio Cortázar, con quien mantuvo una relación de amistad al compartir su gusto por el jazz, los gatos y muchas otras cosas. Fue él quien la persuadió de continuar con la lectura de Edgar Allan Poe, quien le producía dolores de estómago, dijo en tono bromista.

Finalmente animó a los jóvenes escritores a acercarse a los autores clásicos e insistió en que no se dejen vencer tan fácilmente “sino que sigan adelante, leyendo y escribiendo, escribiendo y leyendo”.

A punto de cumplir 89 años y con una gran lucidez e humildad, agradeció a los asistentes, quienes la ovacionaron por varios minutos, “gracias por leerme”, concluyó.