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La poesía, como el dibujo en el terreno de las artes visuales, no es, a fin de cuentas, sino una cuestión de velocidad, según el poeta Alberto Blanco: “Para un poeta, la mano que escribe, el ojo que ve, el oído que escucha, el corazón que siente y la cabeza que piensa han de estar perfectamente adiestrados y sincronizados para no perder un solo detalle ni un gramo de energía en el momento preciso.

 

“Solo que, para que este anhelo se convierta en una realidad, también ha de estar al servicio de semejante empresa un dominio impecable del lenguaje encarnado en el demonio y el dominio de las palabras”, explica en entrevista con la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

 

 

La poesía, como el dibujo en el terreno de las artes visuales, no es, a fin de cuentas, sino una cuestión de velocidad, según el poeta Alberto Blanco: “Para un poeta, la mano que escribe, el ojo que ve, el oído que escucha, el corazón que siente y la cabeza que piensa han de estar perfectamente adiestrados y sincronizados para no perder un solo detalle ni un gramo de energía en el momento preciso.

“Solo que, para que este anhelo se convierta en una realidad, también ha de estar al servicio de semejante empresa un dominio impecable del lenguaje encarnado en el demonio y el dominio de las palabras”, explica en entrevista con la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

La antología Poesía visual de Alberto Blanco será presentada el domingo 11 de octubre a las 12:00 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Participarán Carlos Pineda, Rodolfo Mata y el autor, bajo la moderación de Ramón Córdoba.

 

En México, las artes visuales y la literatura han interactuado de manera cercana desde hace décadas, lo que evidencia una rica tradición en este tema dentro de la poesía de nuestro país, que incluye a importantes escritores de la talla de José Juan Tablada a inicios del siglo XX con sus famosos caligramas o posteriormente los topoemas de Octavio Paz. En esta breve aunque fructífera lista encontramos también al poeta y pintor Marco Antonio Montes de Oca y, más recientemente, a dos figuras que nutren este camino: Raúl Renán y Alberto Blanco.

 

La edición de Poesía visual de Alberto Blanco (México, 1951) es un eslabón más dentro de esta cadena de experimentación en la poesía mexicana. El libro reúne poemas en los cuales el lector es testigo de la manera en la que el autor hace ver las posibilidades plásticas de la tipografía, y explota el lenguaje de tal modo que expande a la escritura.

 

El “yo” no es un elemento que quepa dentro de la poesía de Alberto Blanco, a diferencia de la poesía lírica, que se sustenta con base en esta característica. “¿Quién es el autor de un poema? ¿O se trata, acaso, de una ilusión?”, se pregunta. “Porque todo parece indicar que ‘yo’ debe desaparecer para que aparezca la poesía. Solo que la poesía lírica se nutre y sustenta en la hipótesis de trabajo de un ‘yo’, una paradoja más en el mundo de la poesía que se alimenta con gusto de paradojas. En otras palabras: la misma historia de siempre”, aventura a responder.

 

La obra de Alberto Blanco ha sido traducida al inglés, francés y neerlandés, entre otros idiomas. Materia prima (1992), El corazón del instante (1998) y Música de cámara instantánea (2005) son algunos de sus más importantes poemarios. Poesía visual reúne únicamente los poemas en los que explora de manera visual las posibilidades que ofrece el lenguaje, con lo que transmite la experiencia que los griegos desarrollaron al conjuntar la belleza de la escritura con el dibujo.

 

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