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Uno de los galardones literarios con mayor tradición en México es el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores, que año con año reconoce, estimula, apoya y difunde las letras mexicanas, así como la producción literaria de autores trasterrados, tanto latinoamericanos como iberoamericanos, con la sola condición de que la obra premiada haya sido editada en México.

 

En su edición 2012, el jurado calificador decidió otorgar este galardón a Myriam Moscona por su primera novela: Tela de sevoya. De acuerdo con el acta, en esta obra “se entrecruzan los géneros de la novela, el ensayo, la crónica y la poesía para narrar la vida de la autora y su viaje de México a Bulgaria en busca de sus raíces, su identidad y su memoria; un viaje en el espacio, en el tiempo y hacia el propio interior de la protagonista”.

Uno de los galardones literarios con mayor tradición en México es el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores, que año con año reconoce, estimula, apoya y difunde las letras mexicanas, así como la producción literaria de autores trasterrados, tanto latinoamericanos como iberoamericanos, con la sola condición de que la obra premiada haya sido editada en México.

En su edición 2012, el jurado calificador decidió otorgar este galardón a Myriam Moscona por su primera novela: Tela de sevoya. De acuerdo con el acta, en esta obra “se entrecruzan los géneros de la novela, el ensayo, la crónica y la poesía para narrar la vida de la autora y su viaje de México a Bulgaria en busca de sus raíces, su identidad y su memoria; un viaje en el espacio, en el tiempo y hacia el propio interior de la protagonista”.

El miércoles 12 de noviembre, Myriam Moscona y Magali Tercero hablarán sobre esta novela que va de la ficción a la poesía y que resulta un libro de memorias que nos adentra en el territorio de una lengua casi extinta: el ladino de Bulgaria. La cita es a las 19:00 horas en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia. La entrada será gratuita.

 

Este libro está íntimamente ligado a la historia personal y familiar de Moscona. En él puede identificarse la influencia de sus abuelas de origen búlgaro sefardí, de quienes aprendió a comunicarse en ladino, lengua que el Libro rojo de la Unesco considera en vías de desaparición.

 

La protagonista de la novela viaja a Bulgaria para conectarse tanto con la antigua lengua como con la casa de sus padres, sus recuerdos de infancia y su origen. Por medio de recursos como poemas, testimonios, anécdotas de infancia, conversaciones con la abuela poseedora de una sabiduría milenaria y sueños, se entrevera esta trama que, entre otros sucesos, remite a la expulsión de los judíos de España en el siglo XV, a la diáspora durante la Segunda Guerra Mundial y a la firmeza del gobierno búlgaro que no cedió ante la exigencia del nacionalsocialismo alemán de permitir la extradición de la población judía en aras del exterminio.

 

Tela de sevoya está escrito por fragmentos y, sin embargo, la misma trama da unidad a esta historia que Moscona escribió valiéndose de su gran maestra: la poesía, pues esta le da un inmenso valor al lenguaje y su mayor responsabilidad es con él, según ha dicho. Tela de sevoya busca hacer de los lectores testigos de estas historias y dejar claro lo que significa el lenguaje ladino, para que pueda verse como en una radiografía el español que hablamos actualmente.

 

Myriam Moscona (Ciudad de México, 1955) es hija de padres búlgaros sefardíes. Es poeta, traductora y periodista. Parte de su poesía se ha traducido al inglés, francés, italiano, alemán, francés, hebreo, sueco, búlgaro, portugués, árabe, ruso y chino. Ha sido incluida en más de 30 antologías nacionales y extranjeras. Asimismo, sus colaboraciones han aparecido en las principales revistas y suplementos del país.

 

De 1993 a 2001 condujo para la televisión cultural mexicana el noticiario cultural9 30 de Canal 22. Negro marfil, traducido por Jen Hofer, ha aparecido en distintas publicaciones estadunidenses en forma bilingüe. Junto con Adriana González Mateos tradujo La música del desierto de William Carlos Williams, con la que obtuvo el Premio Nacional de Traducción en 1996. Tradujo también una antología de la obra del poeta norteamericano Kenneth Rexroth.

 

Obtuvo en 2000 una residencia artística del Banff Centre for the Arts, Canadá, donde llevó a cabo un proyecto de poesía visual. Ha sido becaria del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en varias ocasiones y de la Fundación Guggenheim en 2006. Recibió el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes en 1988 por Las visitantes y el Premio Instituto Cultural México-Israel en 2000.

 

En su obra sobresalen, en biografía: De frente y de perfil, semblanzas de poetas (75 semblanzas de poetas mexicanos vivos, 1994), y en poesía: Último jardín (1983), Las visitantes (1989), El árbol de los nombres (1992), Vísperas (1996),Negro marfil (2000), El que nada (2006), Tela de sevoya (2012) y Por mi boka(2013).